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Eduardo de Filippo. Una entrevista realizada por Enzo Biagi en 1977


El 30 de octubre de 1984 moría en Roma Eduardo de Filippo. Entre los máximos exponentes de la cultura italiana del siglo XX, ha sido autor de numerosos dramas teatrales puestos en escena e interpretados por él mismo y, rápidamente, traducidos y representados por otros también en el extranjero- Por sus méritos artísticos y sus contribuciones a la cultura fue nombrado senador vitalicio por el presidente de la República Sandro Pertini. Fue también candidato al Premio Nobel de Literatura.

Os invitamos a releer unos fragmentos de una bella entrevista , realizada en 1977 por Enzo Biagi. Eduardo tenía 77 años.

Senador De Filippo....

Querido Biagi, también se lo digo a usted: “No me llaméis senador; me llevó toda una vida convertirme en Eduardo”

De acuerdo. ¿Recuerda cuando estuvo en el escenario por primera vez?

Tenía cuatro años la primera vez que he salido a la escena, con un vestidito de chino: un esplendor apabullante. Fue en Roma, en el teatro Valle; yo era pequeño e imberbe. Me llevaron al escenario en el último momento. La actuación es luz; es sorpresa. Durante muchos años he actuado en teatros popularísimos. Recuerdo que las representaciones eran continuas, no paraban y el público, indisciplinado, intentaba entrar siempre. Había un empresario que cogía el extintor de los bomberos y amenazaba al público gritando: “¡Salid, salid!”. Biagi, ¿sabe por qué tengo esta voz un poco velada, sorda?

No.

Entonces, en el teatro Rossini de Nápoles -ahora es un cine- yo tenía un camerino excavado en la montaña, muy húmedo; los trajes que me ponía durante los tres espectáculos que hacíamos estaban siempre empapados por la humedad. Por esto me desapareció la voz, que era entonces muy estridente. Quizá fue una bendición, porque me quedó una voz muy particular, que se ha convertido en una característica de mi actuación

Su padre, Eduardo Scarpetta, ¿cuánto ha influido en su vida artística?

Eduardo Scarpetta reformó el teatro napolitano; con él comenzó una nueva época continuada por Viviani y después por los De Filippo, que aún no ha terminado. El amor por el teatro no me lo ha transmitido por razones de sangre. Absolutamente, no. Ha sido a través de la admiración que he tenido por él.

En el libreto “Le voci di dentro”, aunque escrito en el 48, está toda la angustia de hoy, los malos pensamientos, las sospechas...

Yo observo. Observo continuamente. Entonces era más fuerte. Escribía libretos en diecisiete días. Trabajaba de noche, enfilado. Sabía mi deber. Para escribir Questi fantasmi necesité seis días. Rápidamente se lo leí a Titina, que me dijo que era bellísima pero que le daba pena: “El teatro está hecho para los hombres; la mujer es sólo un apoyo, una excusa”. Le prometí que le aumentaría su personaje, porque ella tenía solamente el segundo acto Después el libreto se quedó en un cajón durante dos años. En doce días escribí Filumena Marturano. El primer acto en una noche; después me paralicé en el segundo acto: no sabía cómo seguir. Luego, cuando tuve la idea, lo escribí en tres días; el tercero lo acabé en tres noches. Preparé una sorpresa: invité a todos a un aperitivo y leí mis páginas. Al terminar: silencio. Titina me besó las manos y lloraba.

Cuando se ha crecido en el escenario, se ha cursado una escuela rígida, que no te deja distraerte ni mirar a nadie: se debe hacer, y así es.

Cuando hacíamos variedades, trabajábamos en el camerino, en los descansos, y en la cabeza retumbaban los diálogos y los suspiros de los primeras películas sonoras. Titina y yo nos hemos querido verdaderamente. Nos admirábamos recíprocamente. Titina ha estado siempre conmigo.

Totó y usted además de haber trabajado juntos, han sido muy amigos.

Totó era del distrito Sanità. Yo iba a la escuela allí; nos veíamos a menudo antes de trabajar juntos. Esa era la Nápoles de los napolitanos, de la gente humilde, de los vendedores, de los negocios de comida. Cualquier cosa que Totó tocase se convertía en encantada. Tenía una sensibilidad extraordinaria, era un gran observador. Las máscaras napolitanas y nuestra comedia del Arte han pasado a través de Totó.

¿Qué representa para usted Pulcinella?

Pulcinella es una máscara universal, no sólo napolitana. No representa la caricatura de un hombre sino la del hombre.

¿La gestualidad napolitana, qué representa?

Siempre he pensado que la razón que nos ha llevado a mimar cada cosa que decimos se debe a las muchas dominaciones que hemos tenido. Nuestra gestualidad nos ha venido dada por la necesidad de expresarnos, de hacernos entender sin usar las palabras. Cómo habríamos hecho si no para comunicarnos con turcos, españoles, alemanes, franceses... no podíamos aprender cada vez una lengua.

En una entrevista usted ha dicho: “No me importa nada saber qué es eso del más allá” ¿Por qué?

No es algo que me preocupe. Si fuera algo muy importante habríamos debido tener alguna información, independientemente de las investigaciones científicas y filosóficas...

¿De dónde nace su amargura?

Si hoy tuviese que prever algo, sería optimista. Y le digo la razón: porque los jóvenes entienden más, y las generaciones no se suceden cada veinte años, o quince... sino con mayor velocidad. Dos o tres años ya marcan una diferencia. Los más pequeños llegan con ideas muy avanzadas, para mejor, creo. El futuro, según creo, será salvado por los jóvenes, como dice Elsa Morante, y por las mujeres que, al contrario de los hombres, ejercitan una política independiente de cualquier tradición. Será mejor, pero este amanecer no podré verlo: se necesita mucho tiempo. A mí me ha sido reservado combatir los molinos de viento, como un don Quijote.

¿Qué cree que ha mejorado o empeorado en el hombre?

Pecados intolerables son la vanidad, la envidia y la debilidad de carácter. Cualidades buenas: el espíritu de adaptación, pero no la renuncia; la compresión de los defectos ajenos, pero no la aceptación. Me he encontrado con el presidente Sandro Pertini. Le he preguntado: “¿Era peor el año 45 u hoy?” Peor hoy, me ha respondido.

¿Hay otra Nápoles, otra Italia? ¿Cuál?

Distinta, sobre todo porque hemos tomado conciencia y las deficiencias aparecen más evidentes. Hemos entendido. Entonces uno estaba pleno de esperanza y hemos caído en los mismos errores: desconfianza, desestima, desprecio de la voz interior. Una buena palabra usada en ese momento de euforia, de fe en el futuro, ahora sería anacrónica, de risa.

Hay quien le define como un pequeño burgués por su deseo de limpieza, de respeto por los sentimientos. ¿Es un juicio que le satisfaga?

Luigi Compagnone lo dice. Quizá él lo es y entonces me ve así también a mí. Yo hago un llamamiento a las masas y este sentido de claridad, de transparencia... esta necesidad de ética es una aspiración para el bien común. En mis comedias yo no digo nunca: “Hablo de problemas”. También Compagnone hace lo mismo en sus libros y lo admiro por esto.

Sus héroes, sin embargo, son casi siempre unos fracasados, humillados, desde el plano social y unos anárquicos en el de sus decisiones

Es justo: la semilla de la libertad nace con el hombre. Filomena Marturano, por ejemplo, es el símbolo de Italia: tres hijos, tres condiciones humanas. Y después, la lucha. Por lo demás, no se podrá ser nunca del todo bueno. No, no ha sido fácil imponer un repertorio, un modo de ser, tanto en la escena como fuera. Cuando estrené Filumena hubo quien escribió que era una obra innoble. No me he enfadado nunca con la crítica; he aprendido mucho de los ataques. El crítico del Corriere della sera, Renato Simoni, tenía educación. Pero ahora estamos divididos: los críticos por una parte, los intérpretes por otra... en el fondo trabajamos todos juntos. Hace un tiempo no era así. En el teatro ya nadie se ve. Yo pasaba la mañana discutiendo con Orio Vergani, con Silvio D'Amico. Los artistas, los modernos -no hablo de mí- los que vienen de la Academia han roto también los puentes con el público: son fríos. El aplauso, el saludo, ya no es más como se usaba; ahora hay una cierta altivez. Si saludabas y agradecías al público cada fin de acto significaba responder con cortesía, no hacerlos esperar inútilmente.

¿Cómo nace en usted una historia?

Quién lo sabe. De la atención, la experiencia, del espíritu de búsqueda. Basta una idea, no muchas, y trabajar sobre ella. Cuando no se tiene, se va a buscarla.

Si tuviera que explicar a un joven que quiere ser actor qué es el teatro, ¿qué le diría?

El esfuerzo desesperado que el hombre hace con la intención de dar un sentido a su propia vida. Si a un joven le tuviera que indicar un programa, un modelo, le sugeriría la práctica; porque el teatro lleva a la vida y la vida lleva al teatro. No se pueden escindir las dos cosas. Busca la vida y encontrarás la forma; busca la forma y encontrarás la muerte. La humanidad, a través de los hechos que evolucionan constantemente y que se transforman, nos ofrece modelos que nos sorprenden siempre -nuevos, locos e impredecibles- que dan los personajes. Las palabras cambian, las relaciones se transforman. El teatro dialectal ha estado siempre comprometido en indicar al público las deficiencias, ciertas amarguras que nos rodean y en encontrar el modo de resolverlas para poder vivir mejor

¿Cómo puede terminar el teatro?

Dije una vez que mientras haya una brizna de hierba sobre la tierra, habrá una falsificación suya en un escenario.

¿Cuándo se dio cuenta de que el teatro era su vida y que lo sería para siempre?

Muy tarde, porque me dejaba convencer por otros, que me disuadían. Poco a poco empecé a entender que esa era mi pasión. Teatro significa vivir en serio lo que otros en la vida interpretan mal.

¿Es usted religioso?

A mi manera. Yo sé que estoy aquí por una razón, y esto ya es suficiente. Si no me ha sido explicado por qué he venido quiere decir que no lo debo saber.

Cuando se ha sentido cansado y le han puesto el marcapasos en el corazón, ¿qué ha pensado? ¿Ha tenido miedo?

No, no. Al revés, yo no quería ponérmelo. Me parecía que era forzar la mano a la naturaleza: si me tengo que ir, basta. Después me he acostumbrado a aceptarlo

Filumena Marturano dice “Estoy llorando. Qué bonito es llorar”. Y el hombre cuando está solo y está desconcertado hace lo mismo. Lo hace demasiado a menudo, por lo que no es fácil distinguir si hay una razón seria, o emotividad o debilidad.

¿Qué ha sido el éxito?

Una recompensa por mi trabajo duro, constante, obsesivo, de contador.

¿Hay alguno entre los contemporáneos que admire?

Muchos, no uno solo. Y no solamente en mi oficio, y entre estos Carmelo Bene, porque me gustan sus opiniones, cómo se expresa, cómo se rebela, cómo se acepta. También Proietti, al que aprecio desde sus primeros inicios. He querido mucho a Pier Paolo Pasolini, un poeta extraordinario. Era un hombre adorable e indefenso. Ahora que no está más, su voz es aún más alta. Con el tiempo también quien le ha atacado, quien se le oponía, empezará a entender lo que él ha querido decir.

También de su hijo Luca hablan bien

Hay tiempo para ver si es bueno. Menos mal que lo dicen los otros. Cuando nació, Lucio Ridenti me preguntó: "¿Le harás ser actor?” Yo respondí que sí, porque aunque no sobresaliera y fuera un secundario o un actor de reparto, el teatro le ofrecería siempre el modo de ser libre.

¿Por qué el hombre quiere actuar?

Es como los monos, que tienen el placer de la imitación. Les han visto ponerse flores y rafia encima, y bailando…. Pero si es vanidoso, es sólo alguien con nervio y la cara dura para subirse a las tablas y hacerse ver. El artista es otra cosa.

Si no hubiese sido actor ¿qué habría querido hacer?

Ni siquiera puedo pensarlo; quizá no habría nacido.

¿Qué sueños tiene?

Con el escenario, siempre. Inventados. Uno todo de vidrio, también la escena de cristal: los actores podían ver el espectáculo sin ser descubiertos por el público. Sueño que llego tarde; están ya por levantar el telón y todo contribuye a retrasarme; no estoy maquillado, no encuentro el sombrero... entonces, me despierto. Uno empezaba en un barrio de Nápoles y terminaba, naturalmente, en el teatro. Había puesto a Titina en un camerino todo de encajes. Una especie de delirio, quizás. Quasimodo me decía “Tú haces las didascalias con dos o tres adjetivos. ¿No te dan por esto?." De esto he vivido...

Traducción para La Radical de A. Galán

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